¿Quién es Li.la?
Li.la es un personaje que creamos hace más de 10 años atrás Germán Valenzuela y yo, a solicitud de Claudio Álvarez cuando éste partió con Acción Comics. Entonces en sus inicios, Acción publicaba cuántos webcómics los que empezó a subir de forma aperiódica y nosotros aportamos con Li.la.
La idea era hacer el cómic que quisiéramos e, influenciados por nuestras lecturas de entonces y los homenajes de lo que leía en la adolescencia, propusimos un personaje femenino fuerte, que contara una historia de pura acción, acción y más acción. Hicimos - creo recordar-, dos historias cortas. Que empezara la historia corriendo y no parara nunca.
Los que paramos fuimos nosotros, ya que en lo personal, por mucho que lo intentara, en aquel entonces -y muchas veces aún lo sigo sintiendo,- no lograba colocar en la página lo que tenía en la mente. Muy pronto me di cuenta que los otros cómics eran de mejor calidad que el nuestro. Básicamente por mi falta de talento para dibujar, indisciplinado y sin aprendizaje técnico, el proyecto se paró. En aquel entonces no sabía todos los procesos que involucran el trabajo de un cómic más allá del sentarse a dibujar. Lo que es narrar una historia es distinto a dibujar pin-ups uno detrás del otro.
Siempre miré a Li.la como el clásico proyecto fallido, dejado en el olvido con una sonrisa y con un dejo de “Bueno, quizá algún día…” Y ahí quedó, letárgica, sin poder correr, que es lo que mejor hacía. No voy a decir que le encontrara un ·algo· que la separara del resto. La idea de Li.la era homenajear a la mujer fuerte y decidida del cómic sin caer en su erotización. Una versión algo sci-fi de “Lola rennt” (Como veréis, el nombre muestra las más que descaradas influencias).
Si lo primero debió ser… no sé… quizá 2008, saltamos a 2017.
Cumplía 10 años de casado con mi esposa y decidimos celebrarlo con un viaje al mismo destino donde pasamos nuestra luna de miel, Búzios, Brasil. Recuerdo que la primera vez que visité Búzios en 2007, el trayecto desde el aeropuerto de Río hasta el pueblo de Búzios era agónicamente largo y para esta nueva ocasión, decidí llevar mi computador portátil para matar el tiempo. Quizá tendría algún cómic en formato PDF o una película, pero lo que sí me acuerdo era que Germán, ahora editor de Ariete Producciones, me pidió desarrollar un texto para describir el universo de Li.la por si en alguna de esas, nos decidíamos a rebootear el personaje.
En ese momento lo tomé con cierta desidia, pero lo asumí como un potencial trabajo como guionista y dejar a otra persona que se encargara de los lápices. Un tiempo antes, nos llegó un Fan Art de Li.la por una dibujante chilena - que todavía conservo y del que lamentablemente no me acuerdo de su nombre /Edit: ¿Jossy Alburquerque?- y definitivamente ella capturaba mejor en su delicado trazo la esencia de Li.la de lo que yo hubiera logrado o lograré jamás con mi excesivo achurado agringado. Así que tomé el encargo con el fin que Germán contactara a esa dibujante y ver hacia donde iba la cosa.
Y Li.la se puso a correr. Cuando me di cuenta, gran parte de los 180 kilómetros que une el Aeropuerto Internacional de Galeao con Búzios se habían consumido a la velocidad del rayo con el texto que explicaba sólo el universo donde ocurrirían los hechos que afectan la vida de Li.la.
Con el texto Li.la: “And My Soul Has Been Kissed, Just Because You Exist” - (título que ahora me da una grima guapa, puesto que no estoy conforme a día de hoy, ya que en ese momento capturaba una vivencia que no se refleja hoy en la obra), vomité sin contexto, estudio previo, notas o nada que se le parezca a una estructura narrativa lo que se me venía en la cabeza. Personajes, tramas, ideas,- aquellos momentos click que le llamo-, todo saldría de ese índice en el que desglosé a los personajes en un llamado - en honor a Chris Claremont -, Dramatiis Personae : contexto del tiempo, historia, lugar y síntesis.
Recuerdo tomar influencias de lo que había leído la semana pasada (Snowcrash de Neal Stephenson; La Guía del Autoestopista Galáctico de Douglas Adams, el primero por la mala hostia de su protagonista, repartidora en patines llamada YT o Yours Truly; la segunda por esa obra de amor literario que junta la ciencia ficción con el humor absurdo), o mi debilidad por personajes optimistas y trágicos (Al Pacino en “Frankie y Johnny” y John C. Reilly en “Magnolia” o el mismo Marv de “Sin City: the Long Good-bye”); incluso nombres relacionados con mi infancia (mi padre citaba a unos tales “Fuster, Baxter, Dexter y Anéxter” y por mucho que pregunto a mis hermanos por si se acuerdan del origen de esa anécdota, nadie puede hacer memoria). Todo eso matizado con el trauma profesional que me produjo trabajar en Marketing en una agencia de Trade y la aversión por la publicidad y los que trabajan en ella. Suma eso en una coctelera y bátelo por kilómetros hasta llegar a Búzios.
Listo. Creo que Germán quedaría conforme con este texto. Se cierra el computador y se abre el bar. A por esas Caipirinhas.
Lo que no pude prever es que pocos días después, de regreso a Río de Janeiro, en el mismo taxi, sentí un ansia voraz por empezar a contar la historia de Li.la. No como guión técnico. No como escaleta. Empecé a escribir. En prosa. Como lo hacen los escritores gordos y autorreferentes que usan lentes y recorren el mundo, vertidos en sofás excesivamente cómodos mientras intentan compaginar respirar y hablar sobre cómo hacen sus best-sellers a enfervorecidos lectores, novatos escritores esperando que les bañe el santísimo espíritu de la escritura comercialmente viable y editores sobrecomplacidos por los resultados de ventas. Escribí como aquellas almas perdidas por el arte que ponen su vida en un papel gastado y que nadie los leerán jamás, a no ser que ese papel explique el por qué de su cruel destino. Escribí como aquellos narradores que esperan que con el siguiente encargo puedan de una vez por todas salir del anonimato y de la precariedad laboral. Pero sobretodo y sin ningún tipo de ambición - ni tampoco, metodología-, me puse a escribir para mí.
Me salió automático. Desde que escribí las primeras líneas durante el regreso al aeropuerto, llegué a la única conclusión que sólo avanzaría en la historia durante mis vacaciones y no en casa. Así, he avanzado en la novela en Roma, sorteando el calor en El Cairo, en Venecia, perdidos en los humedales de regreso a Bahía Inglesa, y en ahora recientemente en el hotel en Curaçao, pero sobretodo en sobre el aire, amordazado a un asiento minúsculo de avión, sobre las vías de un tren o en un café en un resort cuando me siento inquieto de estar echado en una playa. He escrito para reír con lo que estoy leyendo, para emocionarme por encontrar algo a lo que le encuentro cierto valor literario personal, para releer y editar y decir que igual no está taaaaaaan malo. He escrito para mí sin saber o querer siquiera si lo voy a publicar o no. Como dije antes, he escrito para mí. Autoediciones o colarlo en Ariete es algo que ni me he planteado.
Así que ahora que terminé con In.jvsticia, de una santísima vez. Ahora que ya no tengo la presión de hacer ese comic que resultó demasiado autobiográfico para mi gusto, que siento que la obra está bastante avanzada como para poder decidir qué hacer con ella y resolverlo ofreciéndola acá, por capítulos cada quince días a partir de la primera semana de Febrero. Hasta el próximo viaje, o hasta que me pille la máquina. Hay segmentos largos, cortos, conexos o tangenciales. Pero sí hay una línea argumental que se va entendiendo. Sólo os pido que si lo leéis y os gusta, decídmelo sin tapujos.
Pues bueno. Ahí va.
“Li.la se despierta. Está levemente mareada, y eso es normal considerando…”